lunes, 9 de noviembre de 2015

En condiciones naturales
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 las vacas y sus ancestros producían leche por una única razón: alimentar a sus terneros. Existen muchos factores de gran importancia que afectan el desarrollo de los terneros, pero ninguno de ellos es más vital que la leche. Como es el caso con otros mamíferos, la leche de vaca presenta una composición específica para garantizar la supervivencia inicial de los terneros y su crecimiento adecuado al tener una variedad única de nutrientes en proporciones particulares.


Al cumplirse los nueve meses de la gestación, la vaca se aparta del rebaño y busca un lugar solitario para dar a luz. En los primeros minutos después del parto se establece un vínculo entre la vaca y el ternero cuya fortaleza es innegable. Desde ese día en adelante, la vaca dedica casi todo su tiempo y energía a proteger y alimentar al ternero.

 La mayoría de los terneros pesa entre 80 y 100 libras al nacer (36 y 45 kg) por lo que el proceso de limpieza puede demorar varias horas. En los meses que siguen, el ternero se amamantará frecuentemente de su madre y crecerá a un ritmo de entre 1.5 a 2.0 libras por día (0.7 a 0.9 kg). Para mantener este ritmo de crecimiento es preciso que el ternero ingiera grasa, proteína y carbohidratos en una proporción muy específica. La leche de vaca contiene menos grasa y carbohidratos, y tres veces más proteína que la leche humana. 

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